SÁBADO 15/08/20
De nuevo otra mañana para levantarnos sin prisas, y ya son
unas cuantas. Yo aprovecho para ir a correr un poco por los alrededores. Sigo
un sendero que me llevará hasta la carretera que une Gavarnie con la Barrage
d’Ossue y de allí enlazar con un bonito y panorámico sendero hasta un mirador
excepcional de Gavarnie, con la cascada de protagonista como telón de fondo. De
aquí, en pronunciado descenso voy a parar al río Gave de Gavarnie, donde
descubro unas bonitas gorgas. Ya solo toca superar el fuerte ascenso hasta el
área de AC. Al final ha salido una vuelta de 6 kilómetros 360 metros de
desnivel positivo acumulaos. No está mal.
Los planes de hoy es acercarnos a la población de Luz-Saint-Saveur, por donde pasamos hace unos días y la marcamos para una futura parada. En nuestra partida de Gavarnie nos despedimos con mucha pena de este valle, pues, aunque hemos explorado todos los rincones que traíamos preparados de antemano, también hemos descubierto muchas otras posibilidades que hemos dejado en el tintero y que darían para unos cuantos días más. Una sensación conocida que ya hemos sentido en muchos otros destinos de viajes anteriores.
Todavía no es mediodía y no nos cuesta encontrar
aparcamiento para la AC cerca del centro urbano. De camino andando pasamos junto
a un parque donde se está llevando a cabo un curioso mercado de objetos
antiguos.
La población no es excesivamente grande. Vamos recorriendo
los diferentes comercios de souvenirs, comestibles y material deportivo. Va
pasando el tiempo y se nos echa encima el mediodía. Aprovechamos para tomar
algo cómodamente en una terraza, comprar en el super e ir a comer a la AC. A la
tarde volvemos a dar una vuelta por la población. A estas horas ya se notan las
calles más concurridas dado que la gente que se encontraba en las montañas de
excursionismo ha regresan a los hoteles.
Cuando acabamos las compras nos ponemos en marcha hacia este
paso de alto de montaña. Nada más partir, las rampas que se presentan son de
considerable desnivel. Sólo de imaginar el paso de ciclistas por las mismas, y
a la velocidad que las afrontan, se nos ponen los pelos de punta.
Sin excesiva prisa vamos recorriendo los 17 kilómetros de
ascensión, disfrutando de cada rincón y curva, superando desniveles medios del
9,5% y cruzando algunas poblaciones, como Barèges, con clara influencia en
todos sus comercios del deporte icónico de la zona.
Los últimos kilómetros antes de coronar el puerto son
escalofriantes. Cuando echamos la mirada atrás y vemos la profundidad del
valle, la serpenteante carretera y la altura de los precipicios, uno se da
cuenta de las dimensiones de este puerto de montaña.
Alcanzamos finalmente la cota del paso de alta montaña,
situada en medio de una curva a 2.115 metros de altitud.
Son las 6 PM y ya no hay mucha gente. Aparcamos en un
pequeño parking de tierra [N42.908784, E0.146217] y nos dirigimos a pie a
fotografiar el monumento que conmemora el alto de montaña. En un lado
encontramos un busto en homenaje a Jaques Goddet, el que fuera primer director
de la ronda francesa.
En frente del monumento hay un bar-restaurante. La tarde es bastante despejada, permitiéndonos disfrutar de unas vistas impagables. El fondo del valle está cubierto por una espesa niebla, la cual observamos atónitos como va ascendiendo a toda velocidad, como si de una ola de espuma se tratase.
El lugar en el que nos encontramos es tranquilo y bonito,
con lo que decidimos que pasaremos la noche aquí. Calzamos la AC para nivelarla
y nos acomodamos. El resto de lo que queda de tarde-noche lo dedicamos a
esparcimiento personal y poco más.
DOMINGO 16/08/20
La idea de hoy era madrugar para hacer la improvisada ruta
hasta la cima del monte de Tourmalet, situada cerca de su homónimo paso. El
problema es que, al abrir la ventana, encuentro una espesa niebla que cubre
todo el paisaje y dificulta la visión más allá de 20 metros, con lo que no es
buena compañera para una excursión improvisada y de la cual no tengo más Info
que un track en el GPS. Voy dejando pasar el tiempo hasta que la niebla se va
abriendo. En este momento decido calzarme las zapatillas de Trail. Joan se
despierta mientras me estoy vistiendo, y decide unirse a la causa. Debemos
superar más de 200 metros de desnivel en poco más de 2 kilómetros, con lo que
decidimos no exigir más de lo necesario a nuestros agotados cuerpos, por lo que
hacemos el ascenso caminando.
Seguimos en clara ascensión ya sin una senda del todo
definida hasta la cima del Pic du Tourmalet. El esfuerzo es mayúsculo, pero la
recompensa en forma de satisfacción y vistas bien merecen la pena.
Después de dedicar un tiempo a fotografías y a deleitarnos
con las vistas del Pic du Midi, deshacemos el camino de ascensión hasta el
collado superior. Una vez aquí, antes de descender hasta la AC, Joan propone
hacer un último vértice montañoso. Nos dirigimos al cercano Penne Negre a través
de una senda, totalmente cubierta por un manto de excrementos de vacas y peligrosamente
flanqueadas por frondosos setos de ortigas. No es de los recorridos más agradables
por los que hemos transitado últimamente. Alcanzamos el hito montañero y sin
mucha demora descendemos por otro sendero que nos conduce de forma directa
hacia la AC. A medio camino nos sorprende el vuelo de unas aves rapaces que
pasan muy cerca nuestro y que aterrizan en manada en un montículo que tenemos
al lado del camino. Seguimos en nuestra trayectoria descendente, y al fondo
alcanzamos a ver a Susana y Maria, que han salido a hacer un paseo por los
alrededores de la AC y al divisarnos nos esperan a medio camino.
Regresamos todos juntos a la AC donde nos espera un
reparador desayuno. Antes de ponernos en marcha, damos una última vuelta por el
alto de montaña. A estas horas está bastante más concurrido que la tarde de
ayer, tanto de turistas curiosos como de valerosos ciclista que se ha atrevido
con el formidable ascenso.
Nos ponemos en marcha. Lo que tenía que ser en un principio un
entretenido y paisajístico descenso, nada más empezar se convierte en un
estresante trayecto. Estamos cubiertos por una espesa niebla que nos impide ver
nada. Casi no nos da para alcanzar a ver la carretera, y menos el vehículo que
nos precede, y lo que es más peligroso, ni siquiera alcanzamos a ver los
ciclistas que transitan por la calzada. Así que nos armamos de paciencia y
tranquilidad para hacer el descenso extremando precauciones y con los cinco
sentidos activados. Nos sorprende que muy pocos ciclistas lleven las luces
destellantes necesarias para hacerse ver en estos casos, más si cabe dado que
el lugar donde nos encontramos la presencia de bancos de niebla son bastantes
frecuentes.
Alcanzamos la población de Bagneres de Bigorre, con la
estación de esquí de La Mongie, desde donde sale el teleférico que sube
cómodamente hasta la cima del Pic du Midi. En un principio teníamos planeado coger
el teleférico para ascender hasta la cima, pero finalmente lo descartamos por
el elevado precio de los billetes, por la más que probable posibilidad de
encontrar un banco de niebla persistente que impida disfrutar de las vistas que
nos proporciona este enclave paisajístico, y por haber descubierto que existe
la posibilidad de hacer la ascensión andando por un agradable camino que sale
del mismo Col du Tourmalet.
Seguimos en nuestro trayecto de descenso. Con el paso de los
kilómetros parece que la niebla se va desvaneciendo para dar paso a una fina
cortina de lluvia.
Algunos ciclistas nos pasan como camicaces, haciendo más
peligroso el descenso al tener que controlarlos a ellos también. Ni por asomo
me veo bajando nunca a estas velocidades por un firme en estas condiciones como
lo están haciendo ellos entre los vehículos.
El descenso del puerto finaliza en la pequeña población de
Saint-Maire de Campan, donde giramos pronunciadamente a la derecha para coger
la carretera D918 que nos conduce en ascenso hasta el Col d’Aspin. En los
primeros kilómetros de ascenso sobrepasamos algunos de los ciclistas que nos
adelantaron en el descenso del Tourmalet. La carretera, sin pronunciado
desnivel, va avanzando entre frondosos bosques de abetos, hasta alcanzar el
desvío que nos conducirá al Lago de Payolle. Se trata de un lago artificial
rodeado de viviendas unifamiliares, en lo que hecha pinta de ser un complejo
vacacional invernal, y al final de este hay un amplio parking donde está
permitida la pernocta con la AC [N42.935846, E0.301119]. En un extremo del lago
encontramos un restaurante y una zona de actividades para los más peques, como
paseo a caballo, tiro con arco, etc.
Nos acomodamos en el parking y esperamos a que cese la
lluvia. A la tarde damos un agradable paseo alrededor del lago. Nos adentramos
por un sendero balizado entre el bosque de abetos, y descubrimos unas
originales cabañas. Se tratan de unos alojamientos en forma de cabaña suspendidas
en lo alto de los árboles, con entretenidas pasarelas áreas de acceso.
El día ya no dará para mucho más.
LUNES 17/08/20
El viaje está llegando a su final. Hoy ya es el día que
regresaremos a casa, dejando atrás kilómetros de bonitas carreteras, profundas
montañas y pueblos encantadores. Por la mañana Joan y yo vamos a recorrer los
bosques de alrededor corriendo.
Ya casi es mediodía. Nos ponemos en marcha para ascender
hasta el final del valle, donde debemos encontrar el túnel de Bielsa-Aragnouet
que nos permitirá cruzar hacia España. El valle en su extremo final es de una
belleza enorme, y uno no desea alcanzar su final por miedo a que se acabe. Como
intento desesperado por eternizar estas vacaciones, decidimos parar a comer en
el área de descanso que hay justo a la entrada del túnel. En un rincón junto al
arroyo que desciende de las altas cumbres reinantes, pasamos una agradable
sobremesa.
Pero como todo en esta vida, este viaje también tiene un
final. Nos ponemos de nuevo en marcha. Ya solo nos queda cruzar el túnel de
Bielsa-Aragnouet, con el paso fronterizo situado dentro del propio túnel. Nos
sorprende que el paso del túnel sea alternativo para los dos sentidos de la
marcha, regulado por un semáforo.
Ya en el otro lado del túnel, en territorio español, un
fuerte descenso nos conduce hasta la población de Bielsa, y a parir de aquí ya
solo nos queda consumir kilómetros y kilómetros para alcanza el destino de
casa, sufriendo un importante incremento de temperaturas durante el recorrido
de regreso.
CONCLUSIONES
Si una palabra tuviera que definir este viaje, ésta sería
“sorprendente”. Sorprendente porque el viaje ha dado de sí mucho más de lo
esperado. Sabíamos de antemano que este viaje no iba a tener ese punto de
descubrimiento de lo desconocido, de estar lejos de casa, de estar en un lugar
al que difícilmente volveremos. Más bien tenía tintes de escapada de un puente
cualquiera a la montaña.
Pero tanto el ritmo sosegado del viaje, como la actitud y el
bienestar que hemos disfrutado en los diferentes rincones visitados y/o
descubiertos, han aportado al viaje un punto de grandiosidad merecedor de un
puesto privilegiado en los grandes momentos familiares. Por supuesto que, si a
esa fórmula le sumamos la estética de los paisajes recorridos, podemos situar
esta aventura en un puesto preferente dentro de los recuerdos ruteros.
Otro dato curioso. Por primera vez en todos los años que
llevamos viajando en AC, no volvemos con el corazón encogido, ni aprovechamos
el largo y agotador viaje de regreso para proponer destinos para el viaje del
año siguiente.
Así que, esta vez, la partida la dejamos abierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario