sábado, 1 de agosto de 2020

Pirineo Francés - Capítulo 1

    


CAPÍTULO 1         CAPÍTULO 2         CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4         CAPÍTULO 5 

SÁBADO 01/08/20

Partimos rumbo Panticosa con un ánimo un tanto extraño. Los acontecimientos recientes por el COVID-19 hacen que en esta partida de nuestro viaje vacacional sea con más parecido a una huida de la realidad que no el desarrollo de un proyecto vacacional minuciosamente planeado tal y como viene siendo habitual en años anteriores.

Los kilómetros parce que no tengan prisa por avanzar. La tarde va cayendo, y finalmente llegamos al área de AC de Panticosa [N42.721379, W0.281813]. Se trata del amplio parquing de las pistas de esquí del dominio Aramón-Panticosa, sin ningún tipo de servicios.

No es hasta después de cenar qué dando un tranquilo y relajado paseo por las tímidamente iluminadas calles de Panticosa, empezamos a sentir esa inexplicable sensación de ilusión y bienestar por estar escribiendo las primeras líneas de un nuevo viaje.

 

DOMINGO 02/08/20

Primer amanecer vacacional, y a diferencia de otros años, hoy no nos toca madrugar y engullir una jornada repleta de kilómetros de conducción por las interminables autopistas francesas. Sin excesiva pereza, disfrutamos de un completo desayuno y nos vestimos con equipación de montaña para dirigirnos a la estación del telecabina de las pistas de esquí.

La noche anterior compramos por internet los pases para ascender con el telecabina hasta la estación superior, contigua al restaurante de Petrosos, para beneficiarnos de un descuento añadido del 10%. El ticket familiar incluye un menú para comer en el mismo restaurante.


Son las 9:30 AM cuando tomamos el telecabina. Hay muy poca gente, lo que augura una jornada de montaña tranquila. Llegamos a la estación superior e iniciamos la excursión. El primer tramo de ascenso resulta ser bastante agotador. En poca distancia superamos un fuerte desnivel, hasta llegar cerca de la altura del Ibón de los Asnos, donde nos desviamos hacia la derecha para seguir en fuerte ascensión hasta alcanzar la cima de El Mendilar, de 2.212 m de altitud. Un pequeño receso para recuperar fuerzas y retomamos el camino, esta vez en pronunciado descenso hasta la orilla del Ibon de Asnos. Nos sorprende no ver a nadie refrescándose los pies, más con el soleado y caluroso día que nos acompaña.

Gracias a unas reseñas de internet que traíamos preparadas, obviamos la típica y concurrida senda que nos conduciría de forma directa al cercano Ibón de Sabocos, para abordar un paso alternativo mucho más interesante. Desde el mismo Ibón de Asnos sale un camino que lo bordea por su margen izquierdo un centenar de metros, hasta que se va desviando ligeramente para cruzar bajo el imponente Pico de Sabocos. Después de atravesar unos solitarios prados, el camino se convierte en senda, la cual nos conduce hasta un barranco con gran cantidad de piedras descompuestas. Lo cruzamos sin mucha dificultad y buscamos los ítos para flanquear de forma segura la fuerte pendiente de la colina, hasta alcanzar de nuevo una zona de prados pastoriles más llana, que nos dejará en el collado de acceso hacia la cima de Los Verdes. La tentación para escaparme a ascender esta cima me hace dudar por momentos, pero hoy no apetece dividir el grupo. Prefiero hacer un entretenido descenso familiar hacia el Ibon de Sabocos, donde aprovechamos con Joan para practicar trail y hacer uso de su cámara deportiva para filmarnos corriendo.

Desciendo la ladera sumido en una desconcertante montaña rusa de sensaciones en las que por un lado quedo abrumado por ver que no alcanzo a correr tanto como mis piernas quisieran, mientras que por otro lado me brillan los ojos de orgullo al disfrutar viendo a Joan avanzar por los senderos tal cual hicieran un sarrio, sin perder tiempo a negociar con los obstáculos, simplemente fluyendo en consonancia con el terreno escabroso.


Todo ello combinado con el hecho de que va filmando mi irregular descenso desde todos los ángulos posibles, adelantándome, subiéndose a las colinas, tirándose por el suelo para sacar tomas interesantes… y al final del paseo yo no poder formular palabra alguna por necesitar tiempo para recuperar el aliento y él estar como una rosa fresca.


Llegamos junto al Ibón de Sabocos, escondido bajo la protección de unas verticales paredes. Un rebaño de vacas nos controla inquietantemente como cruzamos el prado en el que están pastando. 
De nuevo tenemos que ascender hasta encontrar la pista que unas horas antes utilizamos para acceder al Ibón de Asnos, y posteriormente, tras un caluroso y monótono descenso, llegamos a la estación de remontadores, dando por finalizada la interesante excursión. Aquí mismo está situado el Restaurante de Petrosos donde nos sirven el menú incluido en el ticket familiar contratado. Para nuestra sorpresa, el menú resulta ser muy completo y apetecible. Para los adultos, una ensalada de primero más una parrillada de carne de segundo, y para los más pequeños, un plato combinado con macarrones, Nuggets y patatas fritas, con postre y bebidas incluidas. Disfrutamos como niños del manjar, pero por encima de todos Susana es la que mejor disfruta del refrigerio. Con mucha pena salimos del restaurante para dirigirnos al telecabina que nos conducirá hasta el parquing donde tenemos aparcada la AC.

Arrancamos de vuelta a la carretera en busca de algún lugar donde poder bañarnos, pero a medida que nos acercamos al Col de Portalet la niebla persistente hace descender drásticamente la temperatura, por lo que desistimos de los planes iniciales. Cruzamos al vecino Valle d’Ossau, donde la presencia de la niebla tan característica en esta zona nos impide disfrutar del que para mí es unos de los rincones más bellos de los Pirineos, custodiado por el majestuoso Pic du Midi d’Ossau.


Nos dirigimos hacia un rincón que ya conocemos de anteriores viajes, situado en Pont de Camps, dónde podremos pernoctar tranquilamente cerca del río [N42.845488, W0.387770]

Todavía es pronto cuando llegamos, y a Joan y a mí nos apetece salir a explorar y practicar video-trail-running por la zona. De vuelta a la AC improvisamos la idea de darnos un baño en las gélidas aguas del río de Gave de Brousset. Dicho y hecho. Nos ponemos el bañador, calzamos las zapatillas de río y derechos al agua. En pocos segundos salimos a la carrera a la AC para recuperar la temperatura y el color de nuestra piel originales.

Cómo última curiosidad de la jornada, poco antes de la cena un leve golpeteo en la puerta perturba el tranquilo atardecer. Resulta ser un ganadero de la zona ofreciéndonos queso de oveja artesanal de su propia granja. Un placer para los sentidos y una experiencia reservada solamente al privilegio de poder estar en este rincón, a estas horas, con la AC.

 

LUNES 03/08/20

Segundo día de vacaciones y segunda jornada de montaña. Empezamos fuerte. La salida de hoy contiene a partes iguales tintes de planificación e improvisación. Ascensión al Pic de Peyreguet. Deshacemos el camino recorrido ayer por la carretera D-34 dirección Col de Portalet, hasta el aparcamiento d’Aneou [N42.815439, W0.417624], a poco más de 1 kilómetro del Col. 

Todavía no hay mucha gente, y al contrario de lo que cabía esperar por el pronóstico meteorológico, el día está totalmente despejado de nubes. Ésta inexacta previsión meteorológica será la principal responsable de que carguemos innecesariamente durante toda la jornada un exceso de equipaje para abrigarnos. Iniciamos la marcha, y nada más cruzar el arroyo Gave de Brousset, ya divisamos el trayecto que nos ocupará la próxima hora de camino. Un zigzagueante sendero ascendente nos permitirá salvar un desnivel de unos 400 metros hasta el collado de Pombie. Superamos este primer tramo sin no poca dificultad. Desde este punto tenemos el refugio de Pombie a escasos 15 minutos a través de un fácil y sencillo sendero que finaliza junto al lago custodiado por el fotogénico  refugio. Unos metros antes de llegar al refugio tomamos un sendero a la izquierda del cual teníamos reseñas que nos permitiría no perder altura que posteriormente deberíamos ganar si fuéramos hasta el lago, pero resulta ser un flanqueo por un pedregal que, aunque divertido y entretenido, consideramos que no nos permite ganar tiempo y sí que nos requiere un desgaste físico innecesario que más adelante seguramente pagaremos. Está claro que debe ser una reseña más indicada para ascensiones invernales.

Una vez volvemos a alcanzar la senda principal, llegamos en poco tiempo a unos pequeños lagos naturales. Seguimos ganando altura de forma continuada hasta alcanzar el Col de Peyreguet, ya con un importante cansancio acumulado. Aquí giraremos a la izquierda para seguir la definida traza que nos debe conducir hasta la cumbre. Solo nos quedan ganar los 150 metros de desnivel que nos separan hasta la cima. Una vez alcanzamos la cúspide montañosa, disfrutamos de un paisaje y vistas increíbles. Un día soleado y despejado nos permite divisar al horizonte infinidad de cordilleras, picos y valles. A nuestros pies, la Val d’Ossau como nunca la habíamos visto. Kilómetros de verdes prados salvaguardados rodeados por afiladas cumbres.

Sin embargo toda esta bonanza meteorológica parece tener un fin no muy lejano. Las nubes de nueva formación van aumentando tanto por la cara Norte como por el Oeste, con lo que no prorrogamos mucho el inicio del descenso. Esta zona es conocida por el peligro de formación de este tipo de nubes, y preferimos perder altura y estar cerca del refugio en caso de que se presenten problemas de visibilidad y orientación.

El descenso se hace largo y pesado. Hacemos varias paradas para recuperar fuerzas. Finalmente llegamos de nuevo al aparcamiento d’Aneou después de más de 5 horas caminando y superar un de desnivel positivo de más de 900 metros. Una dura jornada que ha servido para conseguir una de las cimas más destacadas de la zona, balcón privilegiado del Val d’Ossau. También nos ha servido como test para probar en qué condiciones podemos afrontar los retos que nos esperan para los próximos días.

Para pernoctar, tras varios intentos fallidos en varias localizaciones alternativas, decidimos repetir noche en el descampado junto al rio en Pont de Camps.


MARTES 04/08/20

Después de dos jornadas intensas de montaña, nos toca un merecido descanso. Un primer paso empieza por levantarnos a la hora que el cuerpo nos pida.

Toca adecentar la AC y pasamos por la cercana área de AC de Fabrègues, junto a la estación de esquí de los remontadores de Artouste [N42.877786, W0.395108] para vaciado y reposición de aguas. Una vez terminadas las tareas de abastecimiento y saneamiento, nos ponemos en marcha y descendemos por la carretera D934 hasta la población de Laruns, donde aparcamos en la céntrica área de AC [N42.989190, W0.424702]. Hoy llevamos el horario desfasado y nos encontramos que los comercios están cerrando cuando iniciamos nuestro paseo por la población, así que decidimos acercarnos al centro comercial que hay a las afueras para hacer unas rápidas compras y posteriormente aprovechamos que todavía nos queda tiempo hasta la hora de comer para ir ascendiendo el puerto de montaña que nos tiene que conducir al Col d’Aubisque.

En el camino vamos encontrando un buen número de ciclistas que ascienden el puerto, algo normal si tenemos en cuenta que es una cima importante dentro de los pasos y/o finales en alto del Tour de France, la prueba ciclista por excelencia en el calendario mundial. Pasamos por la pequeña población de Eaux-Bonnes, una población de balnearios cuya época dorada forma parte del pasado y que seguramente es merecedora de una pequeña parada, pero que por tiempo decidimos dejarlo para otra ocasión.

La ascensión nos remonta por un valle increíble, con unos barrancos que quitan el hipo. Por el camino dejamos atrás la estación de esquí de Gourette. El paisaje empieza a alcanzar cotas de 1.500 metros de altitud, mostrando su cara más alpina. En poco rato llegamos al Col de Aubisque, a 1.700 metros de altitud. Al llegar accedemos a un parking [N42.976717, W0.340358] por el que se pasean libremente rebaños de caballos. Este parking es suficientemente amplio para aparcar la AC, pero no resulta muy cómodo para pernoctar por la excesiva inclinación que presenta.

Tras una rápida visita de rigor al monumento en homenaje a ser un paso habitual del Tour de France, preparamos la comida y pasamos una plácida sobremesa. Poco después Joan y yo optamos por calzarnos las zapatillas de correr y vamos a ascender la cercana cima del Soum de Grum de 1.840metros de altura. Un corto y sencillo sendero nos conduce hasta la cima, desde la cual se tienen unas vistas panorámicas de todo la valle y parte de la ruta hacia el vecino Col de Soulour. De vuelta a la AC, nos reencontramos toda la familia y aprovechamos para dar una vuelta por las tiendas de Souvenirs y un último paseo hasta el mirador de la colina del lado opuesto de la carretera.

Se va haciendo tarde, y toca hacer camino hacia el vecino Col de Soulour [N42.960710, W0.261686]. La carretera que une ambos puertos de montaña tiene la particularidad que durante los meses de verano tiene le tráfico regulado, debido a que hay tramos muy estrechos y expuestos. Así de 8 a 13:00 AM el tráfico de vehículos de más de 3,5Tm está permitido en el sentido de Col de Soulour hacia el Col de Aubisque, y de 13:00 a 20:00 PM, está permitido en sentido opuesto.

Aprovechamos que vamos en el horario a favor del sentido de marcha para vehículos pesados para hacer nuestro trayecto. Éste paso montañoso resultará ser uno de los grandes descubrimientos del viaje. Los paisajes que nos regala esta carretera son sobrecogedores. No hay cámara fotográfica capaz de reflejar la belleza de esta obra de ingeniería de antaño. El paisaje va mejorando con el paso de los kilómetros. Deseosos de que este recorrido no tenga final, sin darnos cuenta llegamos al Col de Soulour, un tanto descafeinado si lo comparamos con el movimiento de personas que había en su vecino Col de Aubisque. Unos pocos metros más adelante encontramos una zona de aparcamiento [N42.960755, W0.255818] a ambos lados de la carretera, prácticamente completo de AC dispuestas a pernoctar. Nos hacemos con un rincón al lado de una encantadora furgoneta Volkswagen Caravelle T1. Junto al aparcamiento encontramos un edificio que resulta ser una empresa de deportes de aventura donde cabe la posibilidad de hacer desde excursiones en monopatines y bicicletas eléctricas hasta descensos por una interesante tirolina. Lamentablemente, debido a la situación de excepcionalidad por el COVID-19, tiene reducida su oferta de actividades.

Cae la noche y nos regala un pasaje oscuro e iluminado por igual, donde los sombríos valles contrastan con las brillantes cimas regadas por el resplandor de la luna llena, recordándonos que nos encontramos en unos parajes de dimensiones y belleza descomunal.

Antes de ir a la dormir, aprovechamos para practicar un hobby que tenía bastante olvidado, la fotografía nocturna. Con un simple equipo fotográfico, grandes dosis de paciencia y mucha imaginación, podemos sacar unas instantáneas muy interesantes.


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