Fin de semana diferente. Para esta ocasión,
nos escapamos Susana y yo para disfrutar y poder compartir con la persona que
más quiero una de mis mayores pasiones: la montaña. En este caso se trata de
una marcha de dos días hasta la cima del Tebarray, a 2.916m de altura. Para
ello pasaremos noche en el Refugio de Bachimaña. En las reuniones previas nos
comunican que encontraremos nieve en el trayecto, y la necesidad de que todos
los integrantes dispongan de crampones para la ocasión.
Todo está preparado para que la mañana del
Sábado partamos para nuestro próximo destino: el Balneario de Panticosa. La
previsión para todo el fin de semana es buena, aunque eso no quita de la
preocupación reinante en los vocales de la excursión por la nieve que todavía
hay acumulada en la montaña.
El camino se hace largo. Paramos en la famosa
área de servicios de Monrepós, a pie de autovía, unos km pasado Huesca. Allí
aprovechamos para encargar unas cuantas madalenas, especialidad de la casa, que
recogeremos a la vuelta a casa; y también nos sirve como punto de reencuentro con otros integrantes de la
marcha, que nos reuniremos en breve la totalidad en el refugio del La Casa de
Piedra, ya en Balneario de Panticosa. Para mi sorpresa, me encuentro con Sergi,
un amigo de la infancia del cual hacía años que no sabía y con el que tendré
ocasión de compartir el fin de semana en lo que, al final, se acabará
convirtiendo en una inolvidable excursión de alta montaña.
Retomamos la marcha hasta Balneario de
Panticosa. Todavía no hay excesiva gente. Almorzamos con calma mientras
esperamos la llegada del resto de integrantes de la marcha. Falta poco para iniciar
el camino, con lo que sin mayor demora, acabamos de preparar los últimos
detalles. Por delante nos quedan 2 horas de fuerte ascensión hasta el refugio
de Bachimaña. Se trata de un refugio de nueva construcción con servicio de
hospedaje y comida.
Partimos del sendero GR-11 que sale justo
detrás del refugio La Casa de Piedra (1.636m). Éste sendero balizado conecta el
Balneario de Panticosa con el refugio de Respumoso. La ruta inicial es muy
clara, discurriendo al lado del río que baja directamente de los ibones de
Bachimaña. Las primeras rampas de la ascensión cuesta encontrar el ritmo. El
echo de acabar de almorzar y que el trayecto ya empiece en fuerte pendiente, te
deshorienta el ritmo adecuado para marchar.
Susana lo lleva bastante bien. En esta
ocasión es muy importante saber dosificarse, puesto que hay que sumar factores
como que entre las dos jornadas la excursión será larga, con pocos descansos y
acarreando un equipaje de mayor peso y volumen que en otras ocasiones. Su ritmo
es alegre y aprovecha la distensión del grupo para mezclarse con los diferentes
integrantes. Yo por mi parte, aprovecho estos primeros instantes para ponerme
al día con Sergi de nuestra vida y nuestros planes. La subida se me hace muy
liguera entre tanta conversación y fotografías. Nos vamos descolgando ligeramente
del grupo, pero en todo momento en contacto con los vocales, que son los
responsables y sobre los cuales no deseamos crear ningún referente de
disgregación.
Tras una breve bajada, nos acercamos a la Cuesta
del Fraile. La cuesta sube en fuerte pendiente zigzagueando hasta alcanzar el Ibón
Inferior de Bachimaña. Es en éste punto donde aparecen los primeros
contratiempos del grupo. Varios integrantes parece que tienen dificultades para
afrontar la fuerte subida, con lo que decidimos que algunos de nosotros los
acompañaremos adecuando nuestro ritmo a sus necesidades. Tras este esfuerzo,
finalmente alcanzamos nuestro objetivo: el Ibón Inferior de Bachimaña. El
camino GR sigue por la izquierda del ibón. Ésta será la senda a seguir en la
Jornada de mañana. Nosotros cruzamos la presa por el puente habilitado para
ello hasta alcanzar el Refugio de Bachimaña.
En el punto en el que nos encontramos es
bastante abierto, y la sensación térmica es muy fría, provocada por las
corrientes de viento y la nieve acumulada en las cotas altas.
Sin tiempo para descansar, nos comunican el
segundo contratiempo. En este caso las consecuencias no han sido graves, pero
podrían haberlo sido, y de sobremanera. Uno de los integrantes ha tenido un
percance en el Ibón y se ha caído, teniendo serias dificultades para poder
salir. Por suerte, la rápida colaboración de compañeros y los integrantes del
refugio han permitido que quedara solo en un susto.
Toca abrigarse, hacer el reparto (o más bien
adjudicación) de camas y disfrutar de lo que queda de tarde rodeado de muy
buena compañía y unos paisajes espectaculares. Realmente me siento muy feliz de
encontrarme en este lugar y poder compartirlo con Susana. Ella no acaba de
mostrarlo con palabras, pero su cara refleja felicidad. Felicidad de estar aquí
(totalmente nuevo para ella hacer noche en un refugio), de estar juntos en un
ámbito que sabe que a mí me llena de bienestar, y de respirar tan buena armonía
y tranquilidad en todo lo que nos rodea en estos instantes. Ojalá pudiéramos
grabar para siempre esta sensación. En nuestra retina quedará para el recuerdo.
Va cayendo la noche, y con ella el sol, lo
que hace que la temperatura y sensación térmica sea cada vez más baja. Entramos
al comedor para reunirnos en la hora de la cena. Somos diferentes grupos de alpinistas
con diferentes proyectos a realizar en la jornada siguiente. El ambiente que se
respira es de hermandad y compañerismo. Nadie es más ni menos, todos somos
iguales. No importa edad, habilidades, condición física, todos somos hermanos.
Risas, anécdotas y consejos se mezclan en las conversaciones.
Tras la cena, volvemos a salir por última vez
a la terraza panorámica. El cielo está impresionante y en el horizonte, tras la
silueta recortada de las montañas, se atisba una claridad que nos anuncia la
inminente salida de la luna llena. Tras varios minutos de espera, Susana decide
recogerse para descansar. La jornada de mañana es larga y no quiere negociarle
más minutos de descanso al reloj.
Por mi parte, me quedo un rato más con los
pocos integrantes que quedan a disfrutar de estos momentos. En el refugio
tienen prohibida la entrada a animales, e incomprensiblemente no pueden hacer
una excepción con un perro de unos compañeros Vascos. Con la que está cayendo.
Con la ayuda de unas banquetas y unas mantas térmicas adecuamos lo que debería
ser una especie de refugio en un rincón poco expuesto a las corrientes de aire.
Al final queda bastante bien protegido para asegurarle una noche en condiciones
al animal.
Se va haciendo tarde y me resisto a abandonar
este lugar, pero toca descansar. Me dirijo sigilosamente a mi cama. Es ya
tarde. Las luces están apagadas, y por respecto al descanso del resto de
montañeros, no se puede hacer ruido ni encender luces. Estoy para ponerme a
dormir, pero soy incapaz de encontrar la manta que con tanto cariño había
preparado a la llegada al refugio. A ciegas trato de localizarla por el suelo o
alrededor de la maleta, pero sin éxito.
Por suerte los guardas del refugio todavía
tienen alguna más. A la postre, resultaría que a la mañana siguiente Susana me
muestra la manta que había cogido temporalmente de mi litera para quitarse el
frio de la noche y no pensó en devolverla. En fin, unas
risas y ya está.
A la mañana siguiente, los más madrugadores y
cachondos nos deleitan con el toque de queda. Es muy temprano, y no es fácil
desperezarse. Hemos descansado muy bien. Sin prisa pero sin calma, nos vamos
preparando para la jornada, adaptando las mochilas y la vestimenta a las
condiciones del día. El silencio reinante y el ruido del tragín de montañeros
arriba y abajo por las habitaciones es una melodía inconfundible que nos avisa
de la importancia de la Jornada que nos depara el día. Un murmullo
inconfundible y el cual me encanta sentir y vivir, y que queda reservado solamente
para las grandes ocasiones.
A la mañana siguiente, los más madrugadores y
cachondos nos deleitan con el toque de queda. Es muy temprano, y no es fácil
desperezarse. Hemos descansado muy bien. Sin prisa pero sin calma, nos vamos
preparando para la jornada, adaptando las mochilas y la vestimenta a las
condiciones del día. El silencio reinante y el ruido del tragín de montañeros
arriba y abajo por las habitaciones es una melodía inconfundible que nos avisa
de la importancia de la Jornada que nos depara el día. Un murmullo
inconfundible y el cual me encanta sentir y vivir, y que queda reservado solamente
para las grandes ocasiones.
Desayunamos algo ligero en el comedor y nos
reunimos todo el grupo en el exterior del refugio, donde se darán las
instrucciones del día. Amanecemos con un cielo totalmente despejado, aunque la
ausencia del sol a estas horas hace que, junto a las latitudes que nos
encontramos y las reservas de nieve que quedan, el ambiente reinante sea muy
gélido.
Sin mucha demora, para no coger frío, nos
ponemos en marcha. En estos primeros compases de la marcha, el grupo avanza
estirado y en silencio. Flanqueamos el Ibón inferior de Bachimaña por el lado
izquierdo, siguiendo las balizas del sendero GR. Pronto nos cruzamos con un
paso que requiere mucha atención. Se trata de una pequeña lengua de nieve que
se encuentra totalmente helada. Es el momento para aprovechar y dar de nuevo
instrucciones para asegurar el paso. Alcanzamos el Ibón Superior de Bachimaña,
mucho más extenso que el Inferior, y que también bordeamos por la izquierda. Seguimos
ascendiendo hacia nuestro siguiente objetivo.
Superados éstos Ibones, nos encontramos con
otra dificultad. Para seguir el camino propuesto, debemos cruzar el torrente
procedente de los deshielos, que dado la cantidad de nieve acumulada todavía en
las montañas, y las épocas del año en que nos encontramos, bajan con un caudal
importante, con lo que las rocas que podrían servir de piso están totalmente
cubiertas por el torrente. Mientras unos cuantos integrantes optan por
descalzarse y cruzar con calzado de agua, otros se aventuran a intentarlo
apoyándose en las rocas que están ligeramente cubiertas por el caudal del
torrente. Nosotros optamos por la primera, ya que veníamos preparados para la
ocasión. En este flanqueo dedicamos demasiado tiempo entre descalzarse,
calzarse y reagruparse, con lo que sin más demora proseguimos la marcha.
Empezamos pisando nieve con más constancia. Por suerte ya no se encuentra
helada como a primera hora de la mañana, con lo que es de mejor acceso. El
desnivel que debemos superar ahora es más pronunciado, y en el grupo empiezan a
aparecer muestras de cansancio. Demasiado pronto para la jornada que nos
espera. Avanzamos por el espectacular paso que flanquea el Ibón Azul inferior,
un poco expuesto, pero con unas instantáneas increíbles. Poco a poco vamos
aproximándonos a nuestro próximo objetivo, que no es otro que la base de los
Infiernos, a la altura del Ibón Azul Superior. Es aquí donde decidimos hacer un
alto para el almuerzo y donde se deben tomar las primeras decisiones que
afectan a parte del grupo. A partir de aquí debemos afrontar una fuerte subida
hasta el Collado del Infierno, toda ella por nieve, y en la que se harán
indispensable el uso de crampones. Es por ello que se recomienda que todo aquel
que no disponga de ellos, o aquellos que crean que su condición física no les
permitirá afrontar lo que queda de marcha, no sigan avanzando y se queden en
este punto con el vocal correspondiente.
Finalizado el almuerzo, procedemos a equiparnos
con los palos y crampones. Para Susana es la primera ocasión que se los calza,
con lo que procuro estar pendiente de ella ante cualquier eventualidad. El
recorrido no es muy técnico, pero sí que hay que tener una serie de
precauciones para adaptarse a las nuevas condiciones. Las instantáneas que
vamos recogiendo del grupo en la marcha ascendente son espectaculares. Con
mucho esfuerzo alcanzamos el Collado del Infierno, donde debemos abrigarnos
para soportar el frío provocado por las fuertes corrientes de aire.
Desde aquí tenemos unas vistas privilegiadas del Pico de los Infiernos, el Ibón de Tebarray y de la propia cima del Tebarray. El camino vuelve a estar despejado, con lo que debemos descalzarnos de los crampones. Estas maniobras ralentizan bastante la marcha, dado el gran número de componentes del grupo.
Desde aquí tenemos unas vistas privilegiadas del Pico de los Infiernos, el Ibón de Tebarray y de la propia cima del Tebarray. El camino vuelve a estar despejado, con lo que debemos descalzarnos de los crampones. Estas maniobras ralentizan bastante la marcha, dado el gran número de componentes del grupo.
Flanqueamos horizontalmente hacia la derecha
el Ibón, hasta el Collado de Tebarray. A partir de este punto, la ascensión se
vuelve un poco más técnica, con pequeños pasos donde deberemos ayudarnos de las
manos y donde estamos un poco más expuestos. La pendiente ha aumentado
considerablemente y el último esfuerzo hasta alcanzar la cima acaba resultanto
bastante duro. Finalmente conquistamos nuestro objetivo. Pico de Tebarray.
2916m. No obstante, no es el pico más alto que asciende Susana, pues en su
palmarés ya disfruta de un tres mil, concretamente la ascensión al Teide, que
hicimos hace ya unos cuantos años.
Las vistas son excelentes,
siendo además un día muy limpio lo que hace que disfrutemos entre muchos otros
picos de los cercanos Infiernos, Garmo Negro, Argualas, Facha, los no tan
cercanos Balaitus, Frondellas, Telera, Midi d'Ossau o los lejanos Tallón,
Perdido, Petrechema, Anie. La mayoría de ellos los reconocemos por la ayuda de
Carlos, que entendido de la materia, nos los va reconociendo uno a uno.
Me resisto a abandonar la cima.
De hecho, somos de los últimos en hacerlo, pero realmente no vamos muy bien de
horario y no podemos alargar mucho las paradas. El paisaje es sobrecogedor,
dominado por unas cimas todas ellas entrecubiertas por un manto blanco de
nieve.
La bajada hasta el Ibón Azul
Superior resulta bastante rápida. En éste punto guardamos definitivamente los crampones.
Tras una breve parada para comer algo y guardar definitivamente los crampones, proseguimos
la marcha en claro descenso. Para esta ocasión se toma una vía alternativa,
evitando tener que volver a cruzar el torrente por su punto más complicado.
Poco a poco alcanzamos los Ibones Superior e Inferior de Bachimaña y el
refugio, donde deberemos recoger el material que depositamos para evitar
transportarlo durante toda la travesía. La Cuesta del Frailes en esta ocasión
en sentido descendente, se me atraganta. Llevo las piernas muy cargadas y
requiero del apoyo de los bastones para evitar rampas. Susana me sorprende
gratamente pues, pese al evidente cansancio por la larga Jornada, físicamente
lo lleva bastante bien. La veo más entera que yo en el aspecto físico. El ritmo
de bajada es alto debido a que llevamos bastante retraso con el horario
marcado. Este ritmo, junto con las molestias en las piernas que me llevan
acompañando desde hace bastante rato, me lastran el avance. Este último tramo
de bajada se me hace muy largo y pesado, pero no por ello dejo de disfrutarlo,
pues la montaña tiene también estos momentos que, aunque duros en un primer
momento, reconfortan plácidamente una vez superados.
Alcanzamos a ver las primeras
señales de que estamos cerca de Balneario de Panticosa. En pocos minutos nos reencontramos
en el Refugio de la Casa de Piedra con los compañeros que no atacaron el
ascenso a la cima. Queda solo tiempo para una breve exposición de cómo ha ido
la jornada y las emotivas despedidas.
Ya en el camino de vuelta parada
en el área de Montrepós para recoger el encargo de madalenas y proseguimos el
viaje de regreso. Llegamos ya de noche a Igualada. Recogemos a Joan y María,
con los cuales no hemos podido casi tener contacto en todo el fin de semana. La
excitación de ellos por reencontrarnos y nuestro cansancio no son buenos
aliados, pero las ganas de volver a estar junto a ellos posponen nuestro
agotamiento unas horas.
Al parecer ellos también han
disfrutado de un intenso fin de semana, donde han coincidido con las fiestas
populares del barrio, han participado en una sardinada familiar, y hasta se han
atrevido con unos Caracoles a la Olla.
Llega el momento de recuperarse,
dejar paso a las más que probables agujetas que sufriremos, a digerir todo lo
acontecido durante el fin de semana y a atender a las historias que nos tienen
preparadas los peques con todo lo que el fin de semana les ha deparado.
Gracias Susana por querer
compartir algo tan grande.
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