El pasado domingo tuvimos la suerte de vivir una gran experiencia en las Cavas Bohigas, situadas en la histórica masía de Can Macià, en el corazón de la Conca d’Òdena, a tocar de Igualada. Desde el momento en que llegamos a la finca, nos envolvió una sensación de calma y belleza que solo un lugar con tanta historia es capaz de transmitir. La masía, de arquitectura tradicional catalana, se encuentra rodeada de un paisaje impresionante: amplias parcelas de viñas y aire fresco de la tierra vinícola, todo ello custodiado por la imponente montaña del Puig Aguilera.
Nuestra visita comenzó con un
recorrido por las instalaciones de la masía, un complejo arquitectónico que
combina la robustez de las construcciones tradicionales con el paso del tiempo.
Las paredes de piedra, los techos de vigas de madera y los detalles en cada
rincón nos hablaron de la historia de la familia Bohigas, que lleva más de 800
años vinculado a la tierra y la viticultura. Durante el recorrido, la guía nos
explicó cómo la finca ha pasado de generación en generación, siempre
manteniendo el respeto por el patrimonio y la naturaleza que rodea a este
maravilloso lugar.
También tuvimos ocasión de
acercarnos a los viñedos. Caves Bohigas cultiva una variedad de uvas autóctonas
de la región, como el Macabeo, el Xarel·lo, la Perellada y el Chardonnay, que
crecen en los terrenos privilegiados de la finca. El clima de la zona, con
inviernos fríos (aunque cada vez menos) y veranos cálidos, favorece un proceso
de maduración ideal para obtener vinos y cavas de excelente calidad. Destacar
que durante los años 80 en la zona era muy frecuente la producción de uva de
variedad Sumoll, pero posteriormente en gran parte del territorio se
sacrificaron esas viñas para introducir otras variedades de mejor acogida y
rendimiento. Los propietarios de Bohigas decidieron mantener una pequeña
parcela con esta variedad, y a día de hoy, en función de las condiciones de la
campaña, se puede hacer una tirada de botellas única que recoge los vestigios
de esa variedad. Procedente de cepas centenarias, esta uva sólo se puede
vendimiar a mano, en caja de 15 kilos. La uva es encubada en jarras de arcilla
de 250 litros, donde realiza la fermentación alcohólica.
Las bodegas interiores, frescas y
llenas de historia, nos transportaron a otra época. Al caminar entre las filas
de botellas que descansan en silencio, envejeciendo con paciencia, se siente la
esencia del trabajo que se ha hecho a lo largo de los años. La crianza en estas
bodegas subterráneas permite que los cavas desarrollen su complejidad y su
carácter único, un proceso que la familia Bohigas cuida con mimo y esmero.
La zona de producción tenía que ser
otro de los puntos culminantes de nuestra visita, pero por motivos de obras solo
pudimos visitar la zona de los depósitos, no pudiendo visitar la zona de
embotellado y degüelle, aunque tengo que decir que, por temas de trabajo, he
tenido ocasión de visitar las instalaciones recientemente. Los modernos
depósitos de fermentación, diseñados para mantener la temperatura y la humedad
adecuadas, están rodeados de una atmósfera de respeto y cuidado. Nos hablaron
del proceso de vinificación, desde la cosecha de las uvas hasta el embotellado,
y de cómo la tradición se fusiona con la innovación para obtener un producto
que actualmente exportan a múltiples países, siendo EEUU un gran importador de
su producto.
Finalmente, para concluir nuestra
visita, nos dirigimos al patio de la masía, un lugar encantador donde en épocas
estivales los últimos años se ha utilizado como terraza de coctel amenizada con
música, recreando un lugar de calma y entretenimiento ideal para desconectar.
Allí pudimos relajarnos y disfrutar de una exquisita degustación de cava y
vino. Sentados en mesas al aire libre, rodeados por el esplendor del paisaje y
las antiguas paredes de la masía, tuvimos la oportunidad de probar algunos de
los mejores cavas y vinos de la finca. El cava Brut Nature, con su delicada
burbuja y su frescura, fue una delicia para el paladar. El vino tinto, por su
parte, destacaba por su complejidad y su equilibrio, una verdadera muestra del
trabajo artesanal que realiza la familia Bohigas en cada botella.
La experiencia en Caves Bohigas fue mucho más que una simple visita a una bodega; fue un viaje en el tiempo, un recorrido por la historia de una familia y una finca que han sabido mantener vivas las tradiciones mientras miran hacia el futuro. Y todo ello al lado de casa. Un rincón por el que hemos pasado en múltiples ocasiones de camino a excursiones por la zona y que nunca tuvo la merecida. Sin duda, es una visita que recomiendo a todos los amantes del vino, del cava y de la historia, un lugar donde se respira el alma de la tierra catalana y el arte de elaborar vinos y cavas excepcionales.
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