sábado, 17 de mayo de 2014

Alquézar

Por fin ha llegado el día. Ha costado mucho encontrar una fecha, pero al final nos hemos podido juntar la mayoría de los primos para hacer una excursión en la montaña con los peques. Las agendas van muy apretadas. Para la ocasión, nosotros somos los convocantes de la excursión. Esta vez prescindiremos de la autocaravana, pues la intención es hacer la excursión y volver a casa el mismo día. Proponemos visitar una zona bonita al igual que desconocida: Alquézar.
Alquézar, Colegiata y Villa Medieval se yergue sobre el Cañón del Río Vero, un enclave único de salvaje belleza en el que todavía es posible retroceder en el tiempo mientras se recorren sus estrechas callejuelas, se cruza la muralla de la Colegiata o se escuchan viejas leyendas de doncellas y reyes moros…
La excursión programada se trata de recorrer las pasarelas del Río Vero. Este sendero, de unas 2 horas de duración, desciende hasta el río y recorre el último tramo del Cañón del Vero hasta el Puente de Fuentedebaños. El agradable paseo, al pie de la roca donde se alza la Colegiata, permite disfrutar de una espectacular panorámica, a través de este sendero acondicionado con pasarelas colgantes y escalinatas de madera.
La semana previa a la salida, tenemos una baja inesperada, pero por suerte también se anima la familia de Berta, una amiga de Maria.
Quedamos bien pronto en el Restaurante la Masia de Òdena, donde procedemos con los saludos y presentaciones. Sin demorarnos mucho, nos ponemos en marcha. Por delante tenemos una buena tirada de km. Carlos y Silvia proponen hacer la parada del almuerzo en un parque de Barbastro. Y allí nos rencontramos todos otra vez. El lugar está muy bien para aparcar y para que los peques corran un poco (no demasiado que hay que guardar fuerzas para la excursión). Retomamos la marcha y llegamos hasta el pk de Alquézar. Estoy un poco nervioso, pues el Sol apreta mucho, y temo que a los peques se les haga pesada la última parte de la excursión.
Ya está todo el mundo a punto, con lo que iniciamos la marcha. Bajamos directamente a la Plaza Mayor, la principal y más concurrida de Alquézar. Aquí las chicas hacen parada técnica en los servicios públicos (empezamos bien… así no avanzamos). Una vez se ha liberado todo el mundo, seguimos por el entramado de callejuelas del pueblo en busca del inicio del descenso a la zona de pasarelas. Realmente no lo tenia muy claro el camino por dentro del pueblo, pero por suerte la memoria no me ha fallado. Empezamos el descenso. La zona es muy bonita. Vamos alejándonos del núcleo urbano en pronunciado descenso, adentrándonos entre dos paredes de roca y guiados por el trayecto que nos van marcando las diferentes pasarelas. La bajada es entretenida, pero no exenta de peligro, con lo que los mayores debemos ir advirtiendo constantemente la osadía de los peques. A la montaña, por fácil que parezca, no se le puede dar la espalda ni perderle el respeto nunca.
Entre Carlos y yo nos vamos turnando par ayudar a Adrià en los tramos más comprometidos. Bueno, de hecho, para él son comprometidos casi todos. Pobrecillo, se porta como un campeón. Tengo muy claro que hace unos años esto no lo hubiera hecho, y ahora no se lo piensa dos veces.
Para los niños más grandes, la bajada se les hace un poco lenta, pues vamos frenando el grupo para no dividirnos. Por fin llegamos al Río Vero. Estamos rodeados por enormes paredes de roca que flanquean el cauce del río. Nos desviamos del trayecto a seguir siguiendo el cauce hasta llegar a la Cueva Picamartillo, una enorme bauma por donde el río serpentea libremente. Toca hacer parada, y los peques dan rienda suelta a su instinto: tirar piedras al río. Y no se cansan. Si siguen así, capaces son de cambiar el cauce del mismo jejejeje.
Vamos alargando la parada, pues el lugar es agradable y la sombra que nos proporciona la cueva, junto a la humedad reinante, nos hace disfrutar de un placido descanso. Por la hora que es, tanto Emma como Carlos proponen que estaría bien alargar la parada para quedarnos a comer, y creo que es una propuesta muy acertada. Sin más, hacemos cambios de planes y decidimos acampar en la zona. Los peques entusiasmados con la idea. Toman la iniciatiba, y con nuestro consentimiento, deciden desprenderse de la ropa para meterse en el río a darse un chapuzón. Se lo están pasando en grande, y eso que el agua está bastante fría. Algún mayor que otro aprovecha tambien la ocasión para descalzarse y meter los pies en el agua.
El hambre empieza a apretar, y negociamos con los pocos arboles que hay por la zona para aprovechar los rincones de sombra. El menú es de lo más variado: unos tienen tortilla de patatas y pollo rebozado, otros se preparan una suculenta ensalada de pasta, también están los del tradicional y siempre efectivo bocadillo… en fin, para todos los gustos.
Estamos muy muy bien, pero toca ir recogiendo y vestir a los peques para seguir el camino. Vamos en busca del inicio de la zona de pasarelas, en pleno corazón del Cañón, la zona más interesante de la excursión. Se trata de unas pasarelas metálicas ancladas en la pared de roca, que nos permite seguir el cauce del río, pero desde una perspectiva diferente, situados justo encima del propio río. Vamos avanzando hasta llegar a la Presa de la antigua central hidroeléctrica, la cual cruzamos a través de otras pasarelas habilitadas. Todo este tramo es espectacular, pero debido a la intensidad con la que los pequeños quieren avanzar, me temo que no las hemos saboreado como se merecen. Menos mal que nos quedan las fotos para volver a recordarlas.
El siguiente escollo a salvar es el descenso a través de una pared de roca, en este caso cruzándola por lo que seria una especie de cueva. No es ni largo ni complicado, pero sí que muy divertido tanto para los niños como para los mayores.
Llegamos al último tramo y el más largo de pasarelas. Las vistas del río que tenemos bajo los pies son espectaculares. La anécdota del día ocurre cuando en un descuido a Martí se le caen las gafas. Por suerte no han llegado hasta el río, se han quedado resguardadas sobre unas rocas. Es el momento de que Heugeni despliegue sus dotes de aventurero para descender hasta el río por las rocas y recuperarlas.
Llegamos hasta el molino de agua y aquí hacemos un reagrupamiento de la colla. Sin anunciarlo mucho por no desanimar, nos disponemos a afrontar el tramo más pesado del recorrido. En fuerte ascenso volveremos al pueblo de Alquézar. Poco a poco, dejamos la protección de las enormes paredes y la frondosa vegetación, para exponernos al fuerte calor que reina por la zona en el día de hoy. Los padres ponemos en práctica todos los recursos y sobornos posibles para que los más pequeños no desfallezcan moralmente en el trayecto. El grupo se disgrega. Empiezo a estar preocupado por que la subida enturbie una excursión que ha ido perfecta, pero una vez llegamos todos a las primeras calles del pueblo me demuestran que son un grupo de gente genial, desde los más grandes hasta los más pequeños. Están todos con una sonrisa dibujada en la cara pese al calor asfixiante. Y eso es de agradecer.
Con Adrià las negociaciones han sido más duras para que llegue hasta el pueblo, pero no dudamos en ningún momento de que lo va a conseguir. Esto está a punto de concluir, pero queda una última subida en fuerte pendiente hasta la Plaza Mayor. Todo el mundo está esperando poder llegar y relajarse con una cerveza bien fresca unos, y un helado otros, pero queda un último escollo que superar. No se quien es el promotor, pero de fondo se oye una voz gritando: "el último se queda sin helado”. IMPRESIONANTE. Sale todo el grupo en estampida. Dieciocho personas con la cara desencajada pero sonrientes, salen corriendo como locos cuesta arriba, sin tener muy claro cuanto falta para llegar hasta la Plaza Mayor, pero con un solo objetivo, no ser quien se quede sin helado. Yo creo que la gente del pueblo cuando nos ven llegar se quedan flipando.
Conseguimos una zona con sombra en una de las terrazas donde cada uno se toma lo que más de gusto le viene. Un buen momento para comentar la excursión y disfrutar de la buena compañía. Ahora ya si que la jornada está llegando a su fin. En este punto nos separaremos. Unos irán volviendo a casa por su cuenta y a su ritmo con el choche, otros en grupo, y otros tienen previsto hacer parada a medio camino para ver el partido Barça-Atlético en el que está en juego la Liga…. (ganó el Atlético para los que no se acuerden)
Por nuestra parte, hasta que llegamos a casa, todavía nos da tiempo de parar en Sant Pere dels Arquells para merendar y ver los aviones de guerra, lavar el coche en Jorba, visitar a los abuelos... y por fin, llegar a casita, donde iniciamos una disputa familiar por un rincón del sofá al más puro estilo família Simpson. Una jornada agotadora, divertida y con muy buena compañía. Son de esos días difíciles de repetir, pues ha salido todo redondo.

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